santo, único y múltiple,
sutil, ágil y penetrante,
inmaculado, lúcido e invulnerable,
amante del bien, agudo y libre,
bienhechor, amigo del hombre y amable,
firme, seguro y sereno,
que todo lo puede y todo lo ve,
que penetra en todos los espíritus:
los inteligentes, los puros y los más sutiles.
La sabiduría es más ágil que cualquier movimiento
y, por ser inmaterial, lo atraviesa y lo penetra todo.
La sabiduría es un resplandor del poder de Dios,
una emanación purísima de la gloria del omnipotente,
por eso nada sucio la puede contaminar.
Es un reflejo de la luz eterna,
un espejo inmaculado de la actividad de Dios
y una imagen de su bondad.
Ella sola lo puede todo;
sin cambiar en nada, todo lo renueva;
entra en las almas de los buenos de cada generación,
hace de ellos amigos de Dios y profetas,
porque Dios ama sólo a quienes conviven con la sabiduría.
La sabiduría es más brillante que el sol
y que todas las constelaciones;
si se la compara con la luz del día, la sabiduría sale ganando,
porque al día lo vence la noche,
pero contra la sabiduría, la maldad no puede nada.
Ella se extiende poderosa de un extremo al otro del mundo
y con suavidad gobierna todo el universo.
Meditatio
Después de esta vibrante definición de la Sabiduría divina, pocas cosas tendríamos qué decir, y mucho qué orar para que sea una realidad en nosotros.
Podemos ver, como ya lo hemos meditado, cómo su presencia en nosotros nos hace personas que piensan y actúan de modo diferente, por eso es que continuamente insistimos en que el cristiano, que por el bautismo ha sido inundado de esta Sabiduría divina, debe ser y mostrarse a los demás como una persona sin doblez. Sus juicios, sus acciones, sus palabras, en fin todo su ser, manifiestan la presencia de Dios y por ello es capaz de llevar su vida y sus asuntos de una manera distinta. Esta Sabiduría, por ser producto de la gracia, no se adquiere en los libros sino en el trato íntimo con Dios. Es por ello que nos encontramos a lo largo de la historia con personas prácticamente iletradas, pero que han sido capaces de fundar órdenes religiosas, de conducir a los pueblos, pero sobre todo, de construir en medio de su comunidad el Reino de los cielos. Dios la da con abundancia a sus amigos, a aquellos que lo frecuentan, que lo toman en cuenta en sus decisiones, que están comprometidos con él a crear una amistad sólida.
Ojalá que el conocer todo lo que la Sabiduría divina hace en nosotros, nos ayude a desearla con todo el corazón, a pedirla y a recibirla con gozo.
Oratio
Señor, bendita sea tu sabiduría que perdura de generación en generación y que penetra los corazones de cuantos se dejan alcanzar por ella. Que inunde mi corazón para poder ser con ella un reflejo de tu grandeza.
Operatio
Buscaré llenarme de la sabiduría de Dios, perseverando en mi vida sacramental.
El Evangelio de hoy
Lucas 17, 20-25
En aquel tiempo, los fariseos le preguntaron a Jesús: "¿Cuándo llegará el Reino de Dios?" Jesús les respondió: "El Reino de Dios no llega aparatosamente. No se podrá decir: Está aquí o Está allá, porque el Reino de Dios ya está entre ustedes".
Les dijo entonces a sus discípulos: "Llegará un tiempo en que ustedes desearán disfrutar siquiera un solo día de la presencia del Hijo del hombre y no podrán. Entonces les dirán: Está aquí o Está allá, pero no vayan corriendo a ver, pues así como el fulgor del relámpago brilla de un extremo a otro del cielo, así será la venida del Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser rechazado por los hombres de esta generación".
Reflexión
Dos enseñanzas fundamentales nos deja hoy nuestro Señor:
Primera, y quizás la más importante: El Reino de los cielos es ya una realidad. Es decir, el cielo está ya entre nosotros. Sin embargo, es una realidad que sólo es visible y puede ser vivida en la medida en que entramos en la esfera divina mediante la gracia que produce el Espíritu Santo. Es decir, en la medida que alimentamos al Espíritu en nuestra vida por medio de la oración, los sacramentos y la meditación diaria de la palabra de Dios, se abre delante de nosotros el horizonte del Reino, en donde el amor, la alegría y la paz son una verdadera realidad.
La segunda, y que se sigue de esta es: ¿Quién estará preocupado por la llegada definitiva de Jesús, si Jesús es ya una realidad en nuestros corazones y en nuestra vida? Las profecías "apocalípticas" son sólo para los que no viven en gracia, ellos sí tienen por qué preocuparse.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
Jueves 2011-11-10
XXXII T. Ordinario
Ciclo A. Año Impar
Memoria: San León Magno
Lit. de las Horas: Tomo IV
IV S. Salterio
Primera Lectura:
Sabiduría 7, 22-8, 1
Salmo 118
Evangelio:
Lucas 17, 20-25
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