Hermanos: Basta que cada uno declare con su boca que Jesús es el Señor y que crea en su corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, para que pueda salvarse. En efecto, hay que creer con el corazón para alcanzar la santidad y declarar con la boca para alcanzar la salvación.
Por eso dice la Escritura: Ninguno que crea en él quedará defraudado, porque no existe diferencia entre judío y no judío, ya que uno mismo es el Señor de todos, espléndido con todos los que lo invocan, pues todo el que invoque al Señor como a su Dios, será salvado por él.
Ahora bien, ¿cómo van a invocar al Señor, si no creen en él? ¿Y cómo van a creer en él, si no han oído hablar de él? ¿Y cómo van a oír hablar de él, si no hay nadie que se lo anuncie? ¿Y cómo va a haber quienes lo anuncien, si no son enviados? Por eso dice la Escritura: ¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que trae buenas noticias!
Sin embargo, no todos han creído en el Evangelio. Ya lo dijo Isaías: Señor, ¿quién ha creído en nuestra predicación? Por tanto, la fe viene de la predicación y la predicación consiste en anunciar la palabra de Cristo.
Entonces yo pregunto: ¿Acaso no habrán oído la predicación? ¡Claro que la han oído!, pues la Escritura dice: La voz de los mensajeros ha resonado en todo el mundo y sus palabras han llegado hasta el último rincón de la tierra.
+ Meditatio
La celebración de un apóstol en la Iglesia es siempre una invitación para que cada uno de nosotros recuerde que sin nosotros el Evangelio no llegará a los corazones de todos los hombres ya que, como dice San Pablo: "la fe nace de la predicación". Es por ello fundamental que todos y cada uno de nosotros vayamos perdiendo el miedo a mostrarnos como cristianos ante los demás, ya que nuestra manera de vivir es la forma más expresa de hacer presente a Cristo. Nuestro testimonio de vida es la primera y más importante predicación. Cuando San Francisco de Asís quería predicar, simplemente se paseaba por el pueblo con sus discípulos y esto bastaba para gritarle al mundo el evangelio.
Hoy también es necesario que cada uno de nosotros, en el trabajo, en la escuela, en el barrio, nos portemos como seguidores de Jesucristo. Esto, con el tiempo, hará que también nuestra lengua se suelte y empiece a hablar más de Jesús. Recordemos que Jesús mismo decía, que nuestros labios hablan de lo que está lleno el corazón. Demos más espacio a Jesús en nuestra vida y naturalmente él mismo se manifestará a través de nosotros a los demás.
+ Oratio
Señor, te pido que por los méritos de san Andrés, apóstol, pueda yo ser un testigo fiel de que vives en mí, y que la gente, al verme, pueda verte a ti.
+ Operatio
Acrecentaré mi vida sacramental para asemejarme cada día más a Cristo.
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El Evangelio de hoy
Mateo 4, 18-22
Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores. Jesús les dijo: "Síganme y los haré pescadores de hombres". Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando las redes, y los llamó también. Ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron.
+ Reflexión
Jesús continúa llamando hombres y mujeres, pues como él mismo lo dijo: "la mies es mucha y son pocos los trabajadores". Tú, como yo, hemos sido llamados a cooperar con él para "pescar hombres", para anunciar la Buena Nueva del Evangelio.
Todas las vocaciones en la iglesia son santas y tienen como último propósito la construcción del Reino. Tanto el sacerdote, como el casado, así como aquellos que deciden consagrar su vida en celibato, estamos comprometidos a mostrar en nuestra vida la presencia de Dios, esto implica DEJAR TODO lo que pudiera ser contrario a ella.
La invitación permanece abierta y cada vez más apremiante. Ojalá y cada vez haya más hombres y mujeres que decidan seguir con radicalidad y con amor a Jesús y aceptar su llamado de amor.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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